HABÍA
UN MONJE MATERIALIZÁNDOSE
Por:
Roberto S. Contreras Esparza
Queridos
amigos, los voy a llevar, a la sala de a casa de la clase media de la Ciudad de
México en 1927. Había llegado mi abuelo de Piedras Negras, Coahuila, con su
familia, sus hijos, acaso también su segunda esposa, doña Félix, y algunos de
mis tíos, que eran menores que yo. Era por la época de reyes, casi podría
jurarles que la noche anterior a la llegada de los Santos Reyes, es decir, el 5
de enero por la noche. Estamos hablando de una época posrevolucionaria. Todavía
estaban por suceder la revolución, la rebelión de Cedillo y, desde luego, la
guerra cristera. México todavía no estaba en paz; la gente que venía de Piedras
Negras hacía tres días y tres noches, porque debía hacer muchas paradas en el
camino. Llegó mi abuelo y nadie pensaba en irse a algún hotel, sino que mi
madre, cuando llegaban parientes, simplemente bajaba colchones de cada cama, y
las visitas y los muchachos se dormían sobre ellos en el piso, mientras que las
personas mayores se acomodaban en las camas de las otras recámaras. En una de
ellas estaban dormidos mi mamá y mi papá y tal vez mi hermana Lucha, la más
pequeña; en otra recámara estaba mi abuelo posiblemente con su esposa y su hijo
el menor, y en la sala algunas de mis tías pequeñitas, y mi hermano y yo. Mi
hermano debe haber tenido unos 4 años y yo 6, pues ya estaba en el kinder
Herbert Spencer en la primera calle de Guerrero, justo enfrente del jardín de San
Fernando.
ERA
UNA NOCHE ESPECIAL DE REYES MAGOS
Había
una cierta emoción entre los niños esperando la llegada de los Santos Reyes. No
dudo en mencionar esto para que se evalúe la emoción que yo pude haber tenido,
y que tal vez me predispusiera a tener una visión fuera de la realidad. Pero yo
estoy absolutamente seguro de lo que les voy a narrar. Era totalmente
independiente de mis emociones y de la noche que estábamos viviendo. Cenamos
una merienda frugal. En aquellos tiempos una cena o desayuno de la clase media
consistía en café con leche, pan a discreción y unos frijolitos ya fueran de la
olla o refritos, adornados como se usaba con tantito chipotle, queso, aceite de
oliva y orégano. Nos fuimos a acostar después de que nuestras respectivas mamás
nos hicieron lavar la boca y ponemos cada quien su pijama; todavía dimos un
poco de guerra y estuvimos emocionados con la llegada de los Santos Reyes —lo
cual verdaderamente debe haber puesto en un problema a mi señor padre y a mi
señor abuelo, pues las cosas no estaban muy boyantes que digamos—; y justo es
mencionar que los reyes se portaron a la altura (tal vez con el sacrificio de
nuestros padres), pues no faltó la muñeca, el carrito y los juguetes que en
aquellos tiempos no se decía que eran de fayuca, pero sí de importación; unos
cochecitos de cuerda, un osito que lloraba, un perrito que brincaba y cosas por
el estilo. Las pelotas, los globos y los adornos navideños se mezclaban con los
juguetes que presidía un hermoso triciclo propiedad de todos los niños que
esperábamos tan ansiosa mente la llegada de los Reyes Magos.
ERA
UN PEQUEÑO MONJE ENCAPUCHADO
A
las nueve de la noche, pienso yo, los niños comenzamos a dormimos, y no habían
transcurrido unas tres horas y media, yo calculo, a la media noche o un poco después,
de pronto sentí un calor muy intenso y como chispas que salían del centro de la
habitación. Estoy absolutamente seguro de que desperté. (Los mayores tenemos
siempre la tendencia a creer que los niños son más tontos de lo que en realidad
son; los niños piensan tan maduramente como un adulto, sólo que les falta la
experiencia). Y yo tenía la suficiente experiencia para saber cuándo estoy
dormido y cuando estoy despierto; y estaba absolutamente despierto y temeroso;
pues lo que vi, en el centro de la habitación, profusamente iluminada, era un
pequeño monje encapuchado, blanco, tan blanco como nunca había yo visto a una
persona.
OJILLOS
AZULES QUE BRILLABAN INTENSAMENTE
Con
una barba rala pelirroja y unos ojillos azules que brillaban intensamente; su
capucha no me dejaba ver el color de su pelo, pero el monje ya era una persona
mayor, no era un hombre maduro, ni joven ni mucho menos, era grande, no un
anciano, pero sí un monje mayor, aunque no de tamaño: era un hombrecillo
pequeño, magro, es decir delgado en su cuerpo, con una sotana café y, lo
recuerdo muy bien, le sobresalían los dedos de los pies, muy blancos, de una
especie de huaraches. El monje veía a su lado derecho, es decir al lado
izquierdo mío. Miraba con una profunda atención, no con tristeza, ni con
alegría, ni con júbilo. Simplemente miraba con atención. Yo trataba de
despertar a mi hermano que estaba juntito a mí, pero me daba miedo que el monje
se diera cuenta de que yo estaba despierto. Sin saber, yo creí que lo más
conveniente era no hacer movimientos, ni hablar, ni despertar a nadie. Podía
haberme levantado, pero estaba verdaderamente paralizado por el miedo. No le
avisé a mi hermano, me volteé al otro lado de la habitación, donde se suponía
que estaban alguno de mis tíos y dos de mis tías, las mayores, que tendrían más
o menos mi edad.
DIOSES,
DEMONIOS Y OVNIS
La
aparición duró algún tiempo, yo luchaba para no quedarme dormido; el monjecillo
miraba fijamente y yo lo veía a él. Casi puedo decirles que ni parpadeaba
siquiera, ni él, ni yo. Ahí estaba él frente a este grupo de niños, yo, el
único despierto, con sus ojillos azules mirando a su derecha, dirigía su mirada
fija, atentamente sin revelar ninguna emoción. Ése es el caso tal cual, y
cuando les platiqué a mis padres sonrieron benévolamente, como creyéndolo un
sueño de un niño que había estado esperando la llegada de los Reyes Magos. Pero
yo me desesperaba, incluso me enojé, porque no me creían, y dije: no fue un
sueño, yo estaba viendo a un monje, además no era Santo Rey, tal fue mi
argumentación infantil, era un pequeño monje ya viejo con ojos azules y barba
entrecana pelirroja, con su capucha puesta; y todos decían: "Sí, sí te
creemos", pero yo sabía que en el fondo no me creían. Pasaron muchos años,
y algún día, en San Antonio, cayó en mis manos un libro que se llamaba
"Gods, Demons and UFOs" (Dioses, demonios y OVNIs) de Erik Norman, en
este libro hay algunos casos de conductores, en la zona de Caterham en
Inglaterra, se espantó cuando ocho individuos encapuchados corrían a lo largo
de la carretera el 28 de julio de 1963. De acuerdo con los informes de los
noticieros, sus acciones fueron silenciosas, extrañas, desusadas.
SON REPORTADOS EXTRAÑOS
SERES
Hay
apariciones frecuentes de seres vestidos de monjes en aquellas áreas en que la
actividad de OVNIs es fenómeno corriente. En algunos casos, se les ve caminar a
lo largo de carreteras abandonadas, en otros invaden las casas de los
observadores, e incluso existen los que espían silenciosamente desde las
ventanas. Algunos llevan capuchas, otros no. Hay un caso interesante, en 1968
en Nebraska. Recibimos información de un granjero que vivía en Utica, Nebraska,
que había experimentado algo verdaderamente insólito en su aparato de televisión.
Después de varias pistas equivocadas el investigador logró encontrar al hombre
en cuestión y entrevistarse con él en la mesa de un café. Relató lo siguiente:
MONJES
EN DONDE HA HABIDO
APARICIONES DE OVNIS
"Me
contó la extraña historia de que había contactado con él una figura encapuchada
a la manera de un monje, desde la pantalla de su televisión. Mi esposa y los
niños se habían ido al pueblo aquella noche porque había una ceremonia en la
iglesia. Yo había trabajado en el campo y después de hacer algunos trabajos
domésticos, saqué una cerveza de la nevera y me fui a ver un poco la
televisión. Algunos instantes después de haber encendido el aparato, la imagen
normal fue remplazada por la de un encapuchado de aspecto muy divertido, me dio
la impresión de que iba vestido como los monjes hace tiempo. Casi salté de la
silla cuando el desconocido pronunció mi nombre. Me dijo que yo había sido
seleccionado para resolver los problemas del mundo. Mi misión consistiría en
escribir cartas a la gente del gobierno pidiéndoles que detuvieran los
experimentos atómicos. El tipo aquel me dijo que la actividad del aire era
excesiva, y añadió así mismo que no debía usar DDT u otros productos químicos
tan fuertes en los plantíos porque una poderosa cantidad de residuos se estaba
acumulando en los ríos y en los océanos, terminó diciendo que alguien se
pondría en contacto conmigo." (Debo decirles que, en el caso de mi pequeño
monje, en el año de 1927, no había televisión, desde luego.) Los casos de
monjes en los lugares donde ha habido apariciones de OVNIs se suceden a lo
largo de los relatos de diversos investigadores; en mi caso no había ningún
otro OVNI, por lo cual, no tiene nada que ver con esto, que sucedió en la calle
de Zaragoza 120 en la Ciudad de México en 1927. El caso de mi pequeño monje lo
he tenido siempre conmigo, y es la primera vez que lo narro.